Introducción
Las primeras formas de explicación sobre el origen del hombre
y del universo revistieron un carácter mítico - cosmogónico: recuérdese
la Teogonía de Hesíodo: allí por ejemplo, se reconoce que los dioses, partiendo
de una realidad primaria más o menos caótica, han establecido el orden
reinante diferenciando y clasificando los distintos seres, entre los que el
hombre y algunos animales superiores ocupan un lugar privilegiado.
Este tipo de
explicaciones fue sustituido por lo que la tradición filosófica conoce como la “Teoría Creacionista” Génesis 1-27:
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó;
varón y hembra los creó.”
En el libro
del génesis se afirma que Dios ha creado el mundo de la nada, ha diferenciado las especies y las ha puesto al servicio
del hombre.
Tanto la
teoría mítica – cosmogónica como la “creacionista” tienen en común que las especies eran obra de Dios y que conciben a
las especies como inalterables en el tiempo; ahora bien, lo que diferencia a
las teorías, es el concepto de creación desde la nada.
Aristóteles
, en el siglo IV a. C y basándose en la observación estableció una
clasificación de los seres vivos en especies. Parte de la idea de que las
especies permanecen inalterables, debido a esos principios los hijos son
siempre igual que los padres. Esta teoría se conoce con el nombre de Fixismo o Fijismo. Por otro lado, la
concpeción arsitotélica del origen de las especies, establece que hay otros
seres vivos como los gusanos, los ratones y los insectos que nacen por
Generación Espontánea.
En el siglo XIX , Pasteur demuestra que no se forman organismos vivos que no fuesen descendientes de organismos semejantes; con ello dio el golpe de gracia a la falsa teoría de la generación espontanea. Entre tanto, Darwin ya estaba desarrollando su idea de que las especies cambian lentamente con el paso del tiempo.

